miércoles, 1 de diciembre de 2010

LA NIÑA DEL CEMENTERIO

LA NIÑA DEL CEMENTERIO



Como en mi pueblo no existía quien desempeñara el oficio de sepulturero, esta labor era hecha por algunos maestros de la cuchara como en muchos lugares les llamamos a los albañiles, pero a veces cuando no había quien le entrara, pues entonces se tenía que recurrir a algún borrachito a quien se le ofrecía un buen sueldo y desde luego, una buena dotación de aguardiente para que aceptara.



Bueno, eso era antes, ahora las dos únicas funerarias que hay en el pueblo se encargan de hacer ese trabajo, desde rascar la fosa, hasta dar cristiana sepultura a los difuntos. A propósito de cuando no había quien desempeñara este trabajo, me contó una vecina de la Colonia del Carmen, que hace muchos años, un tío de ella que se llamó Roberto, por eso de no hacer nada y de nada más andar agarrando la jarra, un día lo buscaron para sepultar a una pobre niña que había muerto de enfermedad y don Beto aceptó, pues no le vio nada de malo y se puso a hacer lo que le pidieron, ya que así se ganaría unos centavos, no le faltaría un buen trago y de paso haría un favor.



Total que se sepultó a aquella niña y don Beto cumplió con todo lo que quisieron los dolientes, pues para esto los familiares decidieron darle el último adiós a aquella niña metiendo toda su ropa en el ataúd y hasta una muñeca. Después de esto se fueron a su casa y siguieron los rezos, la velada de la cruz y todo lo demás. En fin que hasta allí no ocurrió nada más que el terrible deceso de la niña.







Lo raro de todo estuvo que cuando ya habían pasado cerca de siete años, la misma casa donde vivía la niña se volvió a vestir de luto pero ahora por recibir a un familiar de aquellas personas que había muerto en un pueblo lejano, y cuyo último deseo fue ser sepultado en la misma tumba de la niña.



Como sabían que don Beto le entraba a todo, pues ahí tienen que otra vez lo fueron a ver para que hiciera el favor de sepultar a la persona a quien se le ocurrió tener su última morada en el mismo sitio de la pequeña. Ahí tienen a don Beto otra vez rascando en la misma fosa de siete años atrás. Todo estaba bien hasta que halló algo insólito: el ataúd de la pequeña estaba en su lugar, pero, vaya sorpresa… la ropa y la muñeca permanecían en el interior intactas, mientras la niña yacía en el exterior del féretro el cual parecía estar más pequeño, ¡cual pequeño! -decía don Beto que los restos de la niña ya eran más grandes que hacía siete años-…sería su borrachera o en realidad la niña… después de morir siguió creciendo.













EL CHOFER Y LA DAMA. El fantasma de la carretera

EL CHOFER Y LA DAMA( Versión del fantasma de la carretera según  se cuenta en la sierra norte de Puebla)

 
Publicado en el libro Leyendas con Sabor a Puebla por el autor



Se dijo muchas veces hace años, entre todos los conductores de automóviles y camiones que recorrían el tramo comprendido entre Ocotepec y El Rosario de la carretera federal Amozoc- Nautla, que al pasar por el lugar conocido como “El Columpio” que es una “curva recta” ubicada cerca del pueblo de Cuyoaco, que a altas horas de la noche se veía a una mujer hermosa pidiendo el “ray”a los choferes.



Se decía que fueron muchos los que aceptaron la petición de la dama tal vez por caballerosidad, aunque habría muchos que seguramente la aceptaron buscando una aventura. Cada vez que se suscitaba algún accidente automovilístico, sobre todo en la curva de Acuaco y había algún deceso, de inmediato se le trataba de encontrar relación con la mujer del Columpio.



Algunos contaban haber visto a la mujer, otros haberla subido a su vehículo auto motor y haber vivido cosas extrañas, unos se hallaban preocupados al pasar por el lugar, aunque es menester decirlo, para muchos esos comentarios no tenían la menor importancia.





Asi ls cosas, un chofer muy conocido de mi pueblo, quien se dedicaba al transporte de frutas tropicales y de temporada, comentó que a el le gustaba viajar solo, lo cual prefería hacer de noche, por lo que una de ellas, en un viaje que hacía de vacío de la ciudad de Puebla a su casa, al ir pasando por aquel lugar vio a una mujer a lo lejos y esta le hizo la parada. El hombre optó por no detenerse ya que era sumamente cuidadoso en cosas de aventurarse con mujeres de la vida galante, como desde un principio consideró a aquella dama.



Aceleró el camión, pero cuando quiso ver por el espejo lateral para percatarse de haber dejado lejos a la mujer, vio que iba subida en el estribo del lado derecho. Sintió un sudor frío y comenzó a temblar pero sintió peor aun cuando vio que ésta estaba sentada a su lado.



Por si eso fuera poco el rostro de aquella mujer en apariencia bello, poco a poco se fue transformando hasta convertirse en la cara de una bestia.



En esa difícil situación el hombre sacó fuerzas de flaqueza y de esta manera logró controlar el camión durante un corto trayecto, sintiendo como el motor del camión parecía ir a marchas forzadas. De un momento a otro el hombre sintió como el camión se aligeraba y al mirar hacia donde iba sentada la aparición aquella, descubrió que esta había desaparecido.



Al darse cuenta donde estaba, sus ojos descubrieron atónitos solo cruces y lápidas desde la ventanilla, ya que el camión pasaba en ese momento frente a un cementerio.





El hombre, sin poder dar crédito a lo que le acababa de ocurrir siguió su marcha y llegó a su destino, pero cuando quiso relatar a su familia aquellos hechos, de su boca no salió ni una sola palabra, aquella experiencia lo había hecho enmudecer.



Fueron muchos años los que pasaron, pero antes de que falleciera, aquel chofer pudo recuperar el habla como por milagro. De esta manera pudo relatar a su familia y a sus amigos la terrible historia que vivió aquella noche.