miércoles, 1 de diciembre de 2010

LA NIÑA DEL CEMENTERIO

LA NIÑA DEL CEMENTERIO



Como en mi pueblo no existía quien desempeñara el oficio de sepulturero, esta labor era hecha por algunos maestros de la cuchara como en muchos lugares les llamamos a los albañiles, pero a veces cuando no había quien le entrara, pues entonces se tenía que recurrir a algún borrachito a quien se le ofrecía un buen sueldo y desde luego, una buena dotación de aguardiente para que aceptara.



Bueno, eso era antes, ahora las dos únicas funerarias que hay en el pueblo se encargan de hacer ese trabajo, desde rascar la fosa, hasta dar cristiana sepultura a los difuntos. A propósito de cuando no había quien desempeñara este trabajo, me contó una vecina de la Colonia del Carmen, que hace muchos años, un tío de ella que se llamó Roberto, por eso de no hacer nada y de nada más andar agarrando la jarra, un día lo buscaron para sepultar a una pobre niña que había muerto de enfermedad y don Beto aceptó, pues no le vio nada de malo y se puso a hacer lo que le pidieron, ya que así se ganaría unos centavos, no le faltaría un buen trago y de paso haría un favor.



Total que se sepultó a aquella niña y don Beto cumplió con todo lo que quisieron los dolientes, pues para esto los familiares decidieron darle el último adiós a aquella niña metiendo toda su ropa en el ataúd y hasta una muñeca. Después de esto se fueron a su casa y siguieron los rezos, la velada de la cruz y todo lo demás. En fin que hasta allí no ocurrió nada más que el terrible deceso de la niña.







Lo raro de todo estuvo que cuando ya habían pasado cerca de siete años, la misma casa donde vivía la niña se volvió a vestir de luto pero ahora por recibir a un familiar de aquellas personas que había muerto en un pueblo lejano, y cuyo último deseo fue ser sepultado en la misma tumba de la niña.



Como sabían que don Beto le entraba a todo, pues ahí tienen que otra vez lo fueron a ver para que hiciera el favor de sepultar a la persona a quien se le ocurrió tener su última morada en el mismo sitio de la pequeña. Ahí tienen a don Beto otra vez rascando en la misma fosa de siete años atrás. Todo estaba bien hasta que halló algo insólito: el ataúd de la pequeña estaba en su lugar, pero, vaya sorpresa… la ropa y la muñeca permanecían en el interior intactas, mientras la niña yacía en el exterior del féretro el cual parecía estar más pequeño, ¡cual pequeño! -decía don Beto que los restos de la niña ya eran más grandes que hacía siete años-…sería su borrachera o en realidad la niña… después de morir siguió creciendo.













EL CHOFER Y LA DAMA. El fantasma de la carretera

EL CHOFER Y LA DAMA( Versión del fantasma de la carretera según  se cuenta en la sierra norte de Puebla)

 
Publicado en el libro Leyendas con Sabor a Puebla por el autor



Se dijo muchas veces hace años, entre todos los conductores de automóviles y camiones que recorrían el tramo comprendido entre Ocotepec y El Rosario de la carretera federal Amozoc- Nautla, que al pasar por el lugar conocido como “El Columpio” que es una “curva recta” ubicada cerca del pueblo de Cuyoaco, que a altas horas de la noche se veía a una mujer hermosa pidiendo el “ray”a los choferes.



Se decía que fueron muchos los que aceptaron la petición de la dama tal vez por caballerosidad, aunque habría muchos que seguramente la aceptaron buscando una aventura. Cada vez que se suscitaba algún accidente automovilístico, sobre todo en la curva de Acuaco y había algún deceso, de inmediato se le trataba de encontrar relación con la mujer del Columpio.



Algunos contaban haber visto a la mujer, otros haberla subido a su vehículo auto motor y haber vivido cosas extrañas, unos se hallaban preocupados al pasar por el lugar, aunque es menester decirlo, para muchos esos comentarios no tenían la menor importancia.





Asi ls cosas, un chofer muy conocido de mi pueblo, quien se dedicaba al transporte de frutas tropicales y de temporada, comentó que a el le gustaba viajar solo, lo cual prefería hacer de noche, por lo que una de ellas, en un viaje que hacía de vacío de la ciudad de Puebla a su casa, al ir pasando por aquel lugar vio a una mujer a lo lejos y esta le hizo la parada. El hombre optó por no detenerse ya que era sumamente cuidadoso en cosas de aventurarse con mujeres de la vida galante, como desde un principio consideró a aquella dama.



Aceleró el camión, pero cuando quiso ver por el espejo lateral para percatarse de haber dejado lejos a la mujer, vio que iba subida en el estribo del lado derecho. Sintió un sudor frío y comenzó a temblar pero sintió peor aun cuando vio que ésta estaba sentada a su lado.



Por si eso fuera poco el rostro de aquella mujer en apariencia bello, poco a poco se fue transformando hasta convertirse en la cara de una bestia.



En esa difícil situación el hombre sacó fuerzas de flaqueza y de esta manera logró controlar el camión durante un corto trayecto, sintiendo como el motor del camión parecía ir a marchas forzadas. De un momento a otro el hombre sintió como el camión se aligeraba y al mirar hacia donde iba sentada la aparición aquella, descubrió que esta había desaparecido.



Al darse cuenta donde estaba, sus ojos descubrieron atónitos solo cruces y lápidas desde la ventanilla, ya que el camión pasaba en ese momento frente a un cementerio.





El hombre, sin poder dar crédito a lo que le acababa de ocurrir siguió su marcha y llegó a su destino, pero cuando quiso relatar a su familia aquellos hechos, de su boca no salió ni una sola palabra, aquella experiencia lo había hecho enmudecer.



Fueron muchos años los que pasaron, pero antes de que falleciera, aquel chofer pudo recuperar el habla como por milagro. De esta manera pudo relatar a su familia y a sus amigos la terrible historia que vivió aquella noche.








sábado, 30 de octubre de 2010

ZARAGOZA, PUEBLA Calavera

CALAVERAS



ZARAGOZA, PUEBLA.







Una noche tenebrosa

De principios de noviembre

Una dama misteriosa

Salió a hacer tremendo arguende.



Vistió sus mejores galas

Falda corta y zapatillas

Más como andaba de malas

Fue a torcerse las rodillas.



Andaba por Zaragoza

Mirando por las ventanas

Quería llevarse a la fosa

Al primero que encontrara





Pasó por la presidencia

Y al presidente encontró

Ya pusieron el cabildo

Bien en medio del panteón.



El síndico muy atento

Despachaba en su oficina

Pero quedó sin aliento

Cuando miró a la catrina.



Que se le ofrece señora

En que la puedo ayudar

Quiere usted ser regidora

Usted dígame nomás.



Secretario y tesorero

Por comer tantos tamales

Pobrecitos se empacharon

Ya fueron sus funerales.



Ya todos los regidores

No acuden a la oficina

Por canijos y glotones

Se los cargó la… catrina



Secretarias y gendarmes

Corrían por las escaleras

Pero nadie se salvó

De la astuta calavera.



Descansa el Ayuntamiento

En panteón municipal

Pobrecitos regidores

Por darle duro al tamal…








domingo, 19 de septiembre de 2010

LA NOVIA DEL DIABLO

LA NOVIA DEL DIABLO






Por Guillermo Martínez Rodríguez



De la hermosa ciudad de Teziutlán, Puebla llamada por muchas personas muy acertadamente La Perla de la Sierra, y del amplio ramillete de leyendas que se transmiten de generación en generación entre sus moradores, hay una que considero representativa, y es esta la que relata la historia de una muchacha cuya desobediencia y falta de respeto hacia su madre, le hizo vivir una experiencia aterradora.



Cuenta dicha leyenda que hace muchos años, allá por el Barrio de La Gloria, muy cerca del patio de los autobuses conocidos como “Los Urbanos Verdes”, existió una joven mujer muy afecta a los bailes y a las diversiones. Esta joven mujer, vivía en una casa humilde junto con su madre, quien continuamente le llamaba la atención a fin de que no cayera en excesos, que fuera una muchacha recatada y desconfiada, y que procurara llegar temprano a casa, ya que como toda madre se mortificaba al pensar que algo le podría pasar por andar expuesta a los peligros de la noche.



Como en otras ocasiones la madre de la joven se opuso a que fuera al baile y fue tal la discusión que se entabló entre ellas que la muchacha se atrevió a golpear a su progenitora.



- ¡Ya te dije que no te metas en mi vida, yo me se gobernar sola, hace tiempo que dejé de ser una niña! ¡Es más para que veas que ya soy mayor de edad y que puedo hacer lo que me de la gana, me voy a ir al baile con el primer hombre que se me pare enfrente!- gritó la insensata jovenzuela.



- Que Dios te perdone por ser tan ingrata y mal agradecida- dijo llorando la pobre madre, mientras se llevaba las manos al rostro.







Nunca imaginó aquella muchacha cuales serían las consecuencias de sus actos, pues cuenta la leyenda que después de agredir a su madre, cuando iba caminando por el Puente Viejo que se encuentra en el Barrio de La Gloria y que comunica al centro de la ciudad con el Barrio de Francia, vio como se acercaba un caballo negro y sobre él iba un charro muy apuesto, quien con mucha galantería la saludó.



- Buenas noches preciosa, me habían dicho que en Teziutlán se dan las flores hermosas como usted y yo no lo quería creer, pero, ¡qué barbaridad! mire nada más que ojos y que pestañas… ¿Vive usted por aquí cerca? ¿No ve que se la pueden robar? ¿No le han dicho que es muy peligroso andar sola a estas horas de la noche?

- Y quien se siente sola con un hombre como usted- respondió la muchacha seducida por las palabras del charro.



- Ah que muchacha… Mire, casualmente allá en el palacio municipal hay baile y yo voy para allá, nomás que me anda haciendo falta una pareja, usted dice si nos vamos a darle gusto al gusto.- dijo el hombre.





- Mire que coincidencia, yo también voy para allá y para que más que la verdad, qué mejor que alguien como usted sea el que me lleve.



La joven como siempre descocada no dudó en aceptar la invitación del charro y de inmediato subiéndose ambos al caballo enfilaron sus pasos hacia el palacio municipal donde se llevaba a cabo la velada.



Esa noche, y con la atracción que sentía uno por el otro, se hablaron de amores, notándose de vez en cuando en la mirada del hombre una pequeña chispa que ella, como romántica novia, consideró que se debía al amor que aún no conocía, y subestimó las copas, los abrazos y besos, la lujuria y la mala fe del hombre, en fin, todos esos ingredientes de la pasión que poco a poco fueron subiendo de tono conforme transcurría el baile.



No fue sino hasta el final de la velada, ya de camino para su casa que la muchacha se dio cuenta que su acompañante la llevaba por otro camino.



- Y ahora usted pues pa´ donde me lleva, mi casa queda por allá de aquel lado.- dijo alarmada.



- Usted no se fije mi chula que no ve que la diversión todavía no termina, es más, apenas está por comenzar.

La muchacha a ratos se resistía y a ratos se dejaba llevar seducida por aquel hombre enigmático. De pronto, en un punto sumamente oscuro y desolado el hombre se comenzó a reír siniestramente:



- ¡Ja, ja, ja, ja! querías divertirte ¿o no hermosa dama?



- Que pasó señor ¿le hicieron mal las copas? – preguntó la joven, pero en ese momento se dio cuenta que los ojos de aquel hombre ahora parecían dos brasas ardientes; cayendo el sombrero de este al suelo salió a relucir un par de cuernos, mientras que de su cuerpo brotaba un nauseabundo olor a azufre, descubriendo que aquel charro no era nadie más que el mismo diablo dispuesto a burlarse de ella por haber golpeado a su madre.



El charro al ver que la muchacha trataba de escapar de él, la tomó del cabello y se la llevó arrastrando hasta una cueva donde la ultrajó y le propinó una severa golpiza. Así, entre terribles carcajadas le dijo a la muchacha:



- ¡Ja, ja, ja, ja! No eres tu la que estaba dispuesta a ir al baile con el primer hombre que se te parara enfrente y hasta fuiste capaz de golpear a tu madre…ah! y lo mejor de todo, ni siquiera dudaste en convertirte en mi novia… ¡ja, ja, ja, ja!- le dijo aquella voz gutural y cavernosa.



Cuenta la leyenda que en ese momento aparecieron los primeros rayos del sol y que aquel ser tenebroso, no pudo concretar su deseo de llevarse a la muchacha en cuerpo y alma, desapareciendo en ese instante, por lo que una persona que pasaba cerca de la cueva escuchó los sollozos de la chica y corrió a pedir auxilio:



-¡Hey, vengan todos!, allá en la cueva se queja una muchacha, tenemos que ayudarla- les dijo a quienes encontró a su paso. De inmediato se acercó la muchedumbre y con mucho temor auxilió a la muchacha llevándola a su casa.



En dicha cueva que algunos conocen como La Cueva del Diablo la muchacha fue hallada moribunda y se cuenta que aún tuvo tiempo de confesar a un sacerdote sus pecados y este terrible suceso, una vez que fue llevada a su casa. Allí falleció al poco tiempo después de rogar a Dios en compañía de su madre que la perdonara por las terribles faltas cometidas.



Respecto a la cueva donde fue hallada, dicen los que la han visitado, que aún se escucha el triste lamento de una joven, seguido de una siniestra carcajada. Los que han osado entrar a aquel lugar, aseguran que en las paredes se pueden observar las huellas que hizo el demonio con sus garras como prueba fidedigna de esta historia.



Son muchos quienes aseguran que esto fue verdad y que la cueva se conecta en algún punto con un túnel que atraviesa a la ciudad. Se dice que va de la bella catedral de Teziutlán a la iglesia del Carmen y al puente de Xoloco. Otros dicen que pasa por la otrora llamada Terminal de autobuses Teziutecos y que antiguamente tenía una entrada en una vieja vecindad de la calle J. C. Bonilla, allí en las noches bañadas de niebla algunas personas aseguran haber visto rondar al temible charro de esta historia.



Será lo que sea pero aquí le entrego esta leyenda de este bello lugar llamado Teziutlán a fin de que la conozca, para que reflexione si ha sido irreverente y ha caído en excesos; no está de más que evite exponerse innecesariamente a los peligros de la noche… ah! y también, no lo olvide: si por alguna razón visita la Perla de la Sierra… tenga cuidado cuando cruce un puente viejo.







domingo, 15 de agosto de 2010

A LA SOMBRA DE UN SABINO

A LA SOMBRA DE UN SABINO
 Publicado por el autor en  Un puente muy bien cimentado. Leyendas poblanas

Por Guillermo Martínez Rodríguez

Don Benjamín Alarcón nació en el estado de Veracruz, pero la vida lo llevó a diversos lugares, entre ellos a Guadalupe Sarabia en territorio poblano, lugar muy cercano a la ciudad prehispánica de Cantona, donde ocurrió esta historia, y cuyo paisaje campirano se caracteriza por la abundancia de piñonales y magueyes, donde la tierra es tan pobre, que en medio de las piedras volcánicas, las cabras tienen que arrancar la poca hierba que crece para alimentarse.

De esta manera, una de las principales actividades de los habitantes de esta región es el pastoreo de rebaños, con lo cual mantienen a sus familias. Precisamente en el punto conocido como El Magueyal perteneciente a dicho pueblo, una mañana calurosa, sentado sobre el tronco de un itzote, se encontraba don Benjamín mirando como su rebaño pastaba como siempre.

Era cerca del mediodía cuando sintió los ojos pesados de sueño y sin darse cuenta se durmió. El hombre dormía despreocupadamente cuando le pareció sentir la presencia de alguien. Abrió los ojos y vio que frente a él se encontraba una persona, más bien una imagen fantasmagórica rodeada por una extraña luz, quien lo llamaba por su nombre:

- Benjamín… Benjamín… - Con una voz hueca que de solo escucharla le puso la carne de gallina.
El pastor se puso de píe y tomando su sombrero se alejó de aquel lugar trastabillando. Corrió por los piñonales y por el terreno abrupto, pero aquel ser misterioso muy cerca de su espalda iba flotando.

- No me tengas miedo – le decía, pero el asustado hombre no estaba dispuesto a hablar con el espectro quien al cabo de unos minutos terminó desapareciendo en el aire.

Cuando se dio cuenta que el fantasma había desaparecido encontró a otro pastor que andaba cuidando su rebaño.

- ¿Qué pasó Benjamín? parece como si hubieras visto al muerto.- le comentó aquel pastor.
Benjamín le quiso decir que en efecto así había sido pero prefirió guardarse sus pensamientos.

- Lo que pasa es que se me perdió un chivo, ¿No me das razón para donde se fue?
- No Benjamín fíjate que por aquí no he visto nada, ¿Porqué no buscas por aquellos zacatones?, quien quite y por allá lo encuentres-contestó el pastor señalando hacia una loma, viendo como Benjamín se alejaba en una dirección diferente a la indicada.

Cuando decidió volver por su rebaño, vio que sentado sobre una piedra, el fantasma aquel ya lo esperaba. Benjamín quiso huir otra vez pero el espíritu le dijo:

- Necesito que me ayudes por favor.
Benjamín se armó de valor y le preguntó a la aparición:

- ¿Qué quieres de mí? ¡Aléjate! ¿Por qué me quieres hacer daño?

- No te haré ningún daño, solo quiero decirte que dejé unos pendientes en esta vida y he obtenido permiso para hablar contigo.- le dijo la voz cavernosa.


El pastor meditó palabra por palabra lo que acababa de escuchar. Observó a aquel fantasma y se dio cuenta que una sombra le cubría la cara.

- A ti no te es permitido verme el rostro.

Sin embargo el pastor vio con detalle que aquel personaje estaba finamente vestido, llevaba un traje de casimir, y de las mangas del saco se asomaban los puños de la camisa blanca; mientras que sobre el pecho se distinguía una corbata de seda perfectamente acomodada.

- Tu solo ayúdame y yo te recompensaré. Si haces lo que yo te pido, te prometo que ni tu ni tus descendientes tendrán nunca la necesidad de trabajar.
- Pero, ¿qué quieres que haga? Preguntó afligido Benjamín.
- Te lo diré después, pero espera, para que veas que te digo la verdad, esta misma noche te enseñaré un lugar donde tengo escondido un tesoro.

Esa tarde, cuando ya caían los primeros minutos de la noche, Benjamín volvió a su humilde vivienda con sus cabras. Entró al jacal donde sus hermanas Carmen y María, junto con su cuñado Ignacio Zamora se disponían a cenar.
- ¿No vas a encerrar las cabras?- preguntó su hermana Carmen.
- Yo las voy a guardar -dijo María.
Benjamín se acercó al tlecuil pero sintió que la lumbre le lastimaba los ojos. Como hacía frío tomó su sarape y se envolvió en él mientras les decía a sus familiares:
- Algo me pasa que no puedo ver con esta lumbre.

Entonces Ignacio le recomendó que se cubriera los ojos con un paliacate.

Benjamín con los ojos vendados, sentado frente al fogón se dispuso a cenar, partió la tortilla con las manos, se acercó a la boca el cajete y sopeo el caldo de frijoles. Cuando terminó de cenar y estando aun con el pañuelo cubriéndole los ojos, escuchó una voz detrás de él que le dijo:

- Levántate Benjamín, vamos afuera para hablar del favor que quiero que me hagas.
Apenas había escuchado esto cuando sintió que unas manos lo levantaban jalándolo del cuello de la chamarra. Sus familiares quienes no escucharon aquella voz, miraban desconcertados como, con los ojos vendados, Benjamín se dirigía hacia la puerta.
Con todo y la sorpresa, pero con la idea fija de hacerse rico, Benjamín, con voz entrecortada pudo murmurar:

- Ahorita… vengo.
- Ya tu Benja no te hagas el chistoso ¿No ves que te puedes romper un pie?- le dijo su hermana María, pensando que se trataba de una broma, y todos lo tomaron de esa manera, al no explicarse por qué Benjamín caminaba con los ojos vendados. Que bueno que fuera por su propio pie, lo malo era que como a un guiñapo, el espectro aquel lo llevaba primero caminando a través del solar, del lindero de magueyes, después flotando, levantado en vilo a través de montes y barrancas, viendo sus familiares como se perdía en la oscuridad sin que nadie pudiera hacer nada.

Después de volar por el aire de aquellos montes, el fantasma llegó con Benjamín hasta un bosque de sabinos y fresnos. En una loma mediana donde estaba un sabino con una rama gacha y la sombra de esta se proyectaba sobre el suelo, el fantasma le pidió a Benjamín que se descubriera los ojos, pero sin voltear a verlo.

- Fíjate bien en este lugar, márcalo con una señal que solo tu conozcas- dijo el fantasma mientras golpeaba el suelo con su zapato, pidiendo a Benjamín que a continuación lo hiciera él.
Cuando el pastor lo hizo escuchó un ruido debajo de la tierra, era como cuando va cayendo una cadena a un pozo profundo.

- Es el ruido de las monedas que ni tu ni tus hijos se podrán terminar nunca.- Explicó el fantasma.
Don Benjamín arrancó las puntas de su sarape y haciendo una cruz con ellas, las amarró sobre la rama pensando en regresar después a desenterrar el tesoro.

- Ya que conoces el lugar, ahora, solo tienes que mandarme a hacer unas misas pidiéndole a San Antonio que abogue por el descanso de mi alma y hasta entonces el dinero será tuyo. Pero espérate, en la medida que me mandes a hacer más misas, te tendré reservadas más riquezas, por ahora solo debes esperar y hacer lo que yo te diga.

Estaban en esa plática cuando a lo lejos se escuchó silbar el tren nocturno. El fantasma le dijo a Benjamín que era tiempo de irse, faltando todavía algunos detalles para concluir los mutuos favores, entre ellos el nombre del pueblo a donde se tendrían que hacer las misas.

Benjamín y el fantasma a quien trataba de no ver, se tendieron la mano para despedirse, pero al punto de tocarse el fantasma le dijo:

- No me des la mano, sólo enrédate con tu sarape y no me vayas a ver. Extiéndeme la orilla de la cobija como si fuera tu mano.

El pastor hizo lo indicado y el fantasma apretó la punta del sarape en una franca despedida. Benjamín sin obedecer la recomendación del fantasma, cuando este se disponía a alejarse, asomó la cabeza entre el sarape y en ese momento quedó sumamente consternado con lo que sus ojos vieron, pudo ver el rostro completamente descarnado del fantasma, así como sus ojos convertidos en dos intensas llamas, pensando que se trataba de la misma muerte.

Fue tal la impresión que le causó aquella visión que sufrió un desmayo y su cuerpo rodó hasta el pie de la loma. Al día siguiente fue hallado por su familia y los habitantes del pueblo quienes lo buscaban con machetes y antorchas sin saber a ciencia cierta lo que había pasado. Estaba vivo pero con una expresión aterradora que se le quedó marcada en los músculos faciales. Carmen y María junto con Ignacio lo ayudaron a recobrar la salud tan deteriorada.

Cuentan que lo llevaron a curar con unos hechiceros del rumbo de Perote, allí lo sanaron con baños de temascal, pócimas y ventosas que le acomodaron los huesos y le depuraron la sangre.

Nunca mandó a hacer las misas, ya que no conoció el nombre de aquella alma en pena y tampoco tuvo en claro el nombre del pueblo donde debería hacerlas.

Cuando al paso de los años volvió al lugar donde fue encontrado casi moribundo, ya los talamontes habían arrasado con todos los árboles de sabinos y fresnos. En el lugar donde pensó hallar aquel tesoro, tan solo encontró la tierra removida y una enorme olla de piedra completamente vacía.

Curiosamente otro pastor a quien de buenas a primeras la fortuna le sonrió, platicó que cierta vez cuidando su rebaño, colgada sobre la rama gacha de un sabino, halló una cruz tejida con las puntas de un sarape, al estar sobre el lugar, sus pies se hundieron hasta tocar algo bajo el suelo, fue así como a la sombra de un sabino encontró una olla repleta de monedas de oro… qué tan rico sería aquel pastor si platicaba que con ese regalo que le dio la vida, ni él ni su familia tendrían ya nunca la necesidad de trabajar.

lunes, 26 de julio de 2010

SI TE VAS



SI TE VAS

De  Guillermo Martínez  Rodríguez
A Marisol

Si te vas, procura devolverme…
los sueños que juntos construimos,
las penas las tristezas, los reveces,
 los besos más hermosos  que nos dimos.
Procura si te vas guardarte nada  que te haga cicatriz,
incluso las promesas destrúyelas e imprégnalas de olvido; 
haciéndome sentir que no existieron, 
invéntate  que  en mi tan solo fueron
cenizas más antes que  proyectos,
 intentos de un amor nunca nacido. 
Procura si te vas que tu equipaje
  vaya repleto de sonrisas, de ilusiones 
para llegar a hacer tiempos mejores,
 aunque el ayer se quede
para siempre escrito en el ayer. 
Guárdate nada triste,  que aquel dañino verbo
 se torne   en el pretérito, presente y futuro de mi vida
para poderlo conjugar yo solo 
 y a gritos de dolor resulte: 
¡que estúpidamente  tan solo yo te amé!     
¡que  así te sigo amando  y te amaré por siempre!.
Por eso si te vas,  llévate para siempre  tan solo amaneceres…
déjame a mí la oscuridad, selecciona lo más puro y hermoso,
y la esperanza, para que puedas levantarte en las caídas,
que te depare lo incierto de la vida.



lunes, 19 de julio de 2010

QUETZALCOATL Y LA NUEVA CREACION





LA NUEVA CREACIÓN
Publicado originalmente en el libro Ángeles y Alebrijes  del autor Guillermo Martínez  Rodríguez

La figura ataviada de plumas preciosas y pectoral de jade apareció en medio de la puerta automática. Afuera resplandecía  Citlaltonac (La vía láctea.) Calló el murmullo  alrededor de la mesa circular en el centro de la sala. Los dioses mexicanos estaban reunidos en torno al Calendario Azteca. La piedra solar producía fluidos electromagnéticos con sus líneas convertidas en filamentos multicolores. Un descomunal sistema electrónico  reproducía imágenes en aquella pirámide flotante suspendida dentro de una esfera en el espacio sideral.

     Los monitores de televisión mostraban escenas trágicas. La humanidad era víctima de las fuerzas naturales desencadenadas por el propio hombre, el más rapaz de los depredadores.

     Terribles maremotos anegaban  las costas de los países de la Tierra. No quedaba rascacielos  en pie de la moderna civilización. La estatua de la Libertad sonreía grotescamente con la faz fracturada. La Torre Eiffel en París era un montón de hierros retorcidos. Los desiertos se convertían en espantosos mares. Únicamente estaban erguidas las pirámides de Egipto y América.

     Los polos de la Tierra se descongelaban, los continentes se fracturaban. Los sobrevivientes peleaban por la posesión del escaso alimento y algunas aves solitarias surcaban los cielos. Todo se extinguía poco a poco. Debido a la contaminación exacerbada  y  a las radiaciones nucleares los océanos eran portadores  precarios de vida.

     Todo era un panorama de muerte, de destrucción; el inevitable fin de la humanidad hacia el año dos mil veinte.


     - ¡Salve o Quetzalcoatl! (Serpiente emplumada) - dijeron todos. He aquí el triste final del hombre. Este es el despertar de su sueño de grandeza. La Tierra hoy se queja por sacar de su entraña el combustible, el mineral, por cercenar sus pulmones, por envenenar sus aguas, por romper la seda de su ozono, por maltratar su equilibrio.

     - Las fuerzas naturales abandonan su letargo. Debemos hacer algo- dijo Tlaloc (El dios de la lluvia)

                                                                                                                         

      - ¡Imposible!- intervino Tezcatlipoca (El Espejo humeante). Hemos empleado mil métodos para que el hombre tome conciencia de sus actos. Se lo hemos prevenido con temblores, con tornados, con huracanes, con la erupción de los volcanes y nada hemos logrado. De nada han servido las señales de los dioses. Miren  que angustia se vive hoy en la Tierra.

     Xochiquetzal ( Flor preciosa), con gesto amoroso y compungido hacía remembranzas: - “ ¿Y qué de aquellos bellos amaneceres?, ¿De los frutos exquisitos que abundaban  para alimentar a los hombres?... ¡No es posible!. Les permitimos ver nacer y crecer a sus hijos. Les ofrecimos remansos de  agua cristalina, flores hermosas; la capacidad de amar para hacerlos más sensibles. Nezahualcoyotl, hijo, tenías razón: no para siempre se vive en la Tierra. Aunque sea de jade se rompe... Aunque sea de oro se quiebra... ¡Solo un poco ahí!

     Tocó el turno a Huehueteotl  (El dios viejo):
- le hemos dado el recurso de la ciencia para que sea utilizada en su provecho y sin embargo, en su afán de poder lo pierde todo. Ya ven primero la perversidad de algunos dejó una profunda herida  en Hiroshima y Nagasaki, después vino la carrera armamentista de Estados Unidos de Norteamérica y la Unión Soviética. Luego vino Francia, que decepcionante, la nación que le abrió los ojos al mundo se los cierra. Las ideas libertarias del hombre son cosa del pasado. ¿De que sirve la libertad si no existe el hombre para ejercerla?  Miren como empezó con sus famosas pruebas nucleares en una isla del pacifico aduciendo no hacer daño  y pretextando  antiguas invasiones. El gobierno de Francia ha contribuido al caos.
  

  ¿Y todos esos hombres enfermos de poder y de locura, donde han quedado?, ¿Dónde ha quedado Napoleón, Adolfo Hitler y más recientemente George W. Bush entre tantos otros? Estos hombres quedan señalados para siempre por haber dejado baldada a la humanidad, sobre todo a los niños.

     - Y no solo eso - intervino Iztpapalotltotec (Señor mariposa de obsidiana.)
¿ Y que de los gobiernos que apadrinaron el monstruoso consumismo? Miren la tierra llena de basura, millones de toneladas de deshechos en las ciudades; máquinas obsoletas, neumáticos, pesticidas...

     La mirada dulce y serena de Quetzalcoatl  los recorrió a todos haciéndoles guardar silencio. Su rostro impávido fue haciendo notar una sonrisa mientras en los monitores  cesaba por un momento la calamidad y se adivinaba  la luz del sol.                                                                                                                  
     En la Tierra, los sobrevivientes gritaban agradeciendo a su Dios en todos los idiomas.

     - No hay mucho por hacer- dijo a los dioses mexicanos. Es el fin de las cosas. La voluntad del Dador de la vida; pero es necesario para que la vida renazca de nuevo. De alguna otra manera, de alguna forma más armónica, más pura, menos corrupta. No teman porque a pesar de todo: “La semilla de la vida germinará eternamente”. No existe la muerte total, en este basto universo la materia se renueva continuamente. El mismo maíz que ha alimentado al hombre, proviene de una caña crecida con el humus de un cuerpo que se pudre. El hombre muere lento desde que nace, pero acelera su propio fin con egoísmos arcaicos, con obsesiones de poder, con actitudes propias de los animales que sin embargo, son parte de su propia naturaleza.

     Que absurdo es que no entiendan que todos los hombres son iguales, que tan solo tienen diferencias físicas. Que todos tienen las mismas capacidades y defectos, que les hace caminar la misma cantidad de sangre.

   


      Poco después todo era desolación, no quedaba nada con vida. No más aves ni peces; millones de árboles mutilados, agua envenenada, aire asfixiante, solo tinieblas. Ni un solo hombre de guerra, ningún político. ¡Que alentador! No había organizaciones de paz para hacer la guerra, ni potencias mundiales que extendieran su imperio a sangre y fuego. No había gobiernos que pasaran por alto incluso las decisiones temerosas de la junta de naciones.

     ¿Y el dinero? Esta era la única oportunidad del hombre de hacer equitativa la distribución de la riqueza. Los billetes volaban en las calles sobre pobres y ricos. Las manos crispadas de los muertos estrujaban el dinero.

     - Se habrá de inventar un nuevo mundo- dijo Coatlicue (La de la falda de serpientes). En el universo vecino hay un sistema solar semejante al nuestro.

     - Señor- habló Yaotehcutli (Señor de la Noche). Existe un planeta con condiciones similares a la Tierra. Propongo que le llamemos Quetzalcoatl en tu honor; ya ves que en aquellos tiempos nos ganaron con cada nombre griego... A los planetas de este sistema los bautizaremos con los nombres del Panteón Náhuatl.

     -Está bien- dijo Quetzalcoatl. ¿Se han cerciorado que no haya petróleo?
     - ¡Claro! - respondió Huehueteotl. Y lo que es magnifico: no existe el oro; ese metal que le hizo tanto daño a la humanidad.

     Los dioses discutieron acerca de la nueva forma de vida que habría de reinar en el nuevo planeta.

      ¿Qué tal los simios? Esos animales  tan parecidos al hombre - dijo uno de ellos.

      - ¡Oh, no!. ¿Un darviniano entre nosotros?... ¿Además  no te parece tedioso estar inventando otra vez tantas especies?
      -  En eso no estoy de acuerdo ¿los pobres animales que culpa tienen?
  

      - El compañero dios tiene razón- dijo Quetzalcoatl - los animales no merecieron morir. Por otra parte, no se olviden que entre nosotros deben imperar las ideas democráticas y debemos respetar la opinión de todos.
      -¿Qué tal los delfines? - sugirió otro de los dioses.

      -Eso suena muy bien, pero, esperen ¿porqué no darle otra oportunidad al hombre?...No me miren así, tendríamos que hacerle algunas modificaciones.
      - No se puede hacer nada, está extinguido.
      - Señor- intervino Xochiquetzal. Me temo que el hombre aun existe. Hay uno de ellos muy cerca de nosotros. Los ojos de los dioses se clavaron en ella. La confusión reinó por un momento en el lugar. La diosa  del amor, las flores y las artes se había dejado llevar por sus sentimientos.
      - ¡Como! - exclamó Quetzalcoatl ¿Cómo ha llegado aquí?
      - Es un humilde artesano. Ha dedicado su vida a modelar figuras con las manos. Sin embargo está próximo a cumplir cien años. Recuerda que alguna vez el hombre fue hecho con la masa del maíz y en lo personal creo que con ese material no dio resultado.
       - Si, pero, ¿no te parece esto algo muy descabellado?
       - ¿Recuerdas que en el llamado viejo mundo el hombre decía que el Dador de la vida hizo al hombre con el barro?
       - Eso es muy aventurado Xochiquetzal.
       Los dioses discutieron la propuesta. Al cabo de diversas deliberaciones lo aprobaron.
       - que lo haga sin lengua- opinó uno de ellos. Así no podrá mentir y se acabará la demagogia.
       - ¿que tal una lengua de pájaro?...                                                             
       - ¡Bravo!  Aplaudieron.
       - ¿porque no limitamos la capacidad de su cerebro?
       -Despojémosle de todo rastro de religión...
        - ¡claro! Magnificas ideas.
        -¿Y manos?
        - No, sin manos no podrá matar. En cambio que le ponga alas para que no conozca de fronteras.
        - Señor, necesitará una compañera ¿te parece bien lo de la costilla?
         - ¡Machista! La mujer será harina de otro costal. A la hembra le vendrá bien un barro nuevo, no necesariamente debe crearse con el  mismo barro del hombre.                                                                                                           
       

       - Señor- intervino el viejo artesano. Yo quiero hacer una recomendación: procura que en el nuevo orden de cosas no exista ropas, detergentes, escobas, ni platos. Eso podría desencadenar una guerra más. Ya ves que con eso de la liberación femenina la mujer es capaz de todo. No estaría bien que por un pleito de cocina tenga fin la nueva creación.
        Y entonces los dioses mexicanos- con la ayuda de aquel viejo- crearon de nueva cuenta al hombre, a la mujer (no importa el orden) y todas las cosas, del primero al séptimo día... Perdón,  deseo hacer una precisión: esta vez eliminaron el concepto tiempo para no esclavizar al hombre.

        Por último deseo  dar una moraleja independientemente de todos los criterios: a como van las cosas, no creo que el fin de la humanidad sea cosa de cuento.                               








       

viernes, 4 de junio de 2010

EL MONSTRUO SAGRADO


EL MONSTRUO SAGRADO
Relato publicado en el libro Puebla Directo. Quince Relatos de la Ciudad
Instituto Municipal de Arte y Cultura de Puebla. Fomento Editorial de la BUAP
( 2010)


Por Guillermo Martínez Rodríguez

Hace poco conocí a Gabriel García Márquez, lo vi casualmente por el centro de la ciudad de Puebla. Mi hallazgo tomaba café en los portales, rodeado de un grupo de personas que con seguridad eran intelectuales.

Lo observé a lo lejos, no había duda, era el mismo tipo de tupido mostacho. Cada vez que se reía los transeúntes se fijaban en él. Tal perecía que su escandalosa carcajada ahuyentaba a las palomas que comían confiadas a mis pies. Ahí estaba, a unos metros de mí, tomando capuchino tras capuchino y fumando cigarro tras cigarro, mientras yo, embelesado, tomaba el sol de la ciudad, como una estatua pegada sobre el pavimento

“Es el monstruo sagrado de las letras” pensé. Por un momento tuve la inquietud de acercármele para pedirle un autógrafo, pero eso hubiera sido una impertinencia. Preferí quedarme observándolo, estudiando sus ademanes y gestos.

Al cabo de unos minutos se despidió de sus acompañantes, cruzó la avenida Reforma y pasó cerca de mí. Me hizo un saludo alzando las cejas y sonrío. No atiné a decir palabra, le correspondí con una sonrisa estúpida, viendo como dirigía sus pasos hacia la catedral. Vi como generosamente dio un par de monedas a una anciana que mendigaba en el atrio. No sé por que lo seguí, quizás tenía curiosidad de saber como se comportaba aquel mortal tan singular.

Cerca del mediodía sus pasos se detuvieron frente a un modesto bar llamado Candilejas; empujó la puerta y se dirigió directamente a la barra. Llegué tras él, con disimulo hice que no lo conocía. Tenía en sus manos un inmenso tarro desbordante de cerveza. Ordené lo mismo. Antes del segundo tarro me apresuré a decirle: “Señor, me permite que le invite una cerveza”. Asintió con la cabeza y siguió bebiendo ensimismado en sus cosas.

Hacía por irme del lugar por temor de haberlo molestado cuando volteó hacia mí y me dijo: “No, espere, gracias por el gesto”.
- De nada- le dije. Me echó una de sus manos al hombro y me invitó a una mesa.



¿Porque me sigue? - me preguntó tajantemente. Le explique nerviosamente que sabía que él era escritor, uno de las más afamados de todos los tiempos, que había visto sus retratos al lado de Neruda, de Alejo Carpentier, de Fidel Castro, de Octavio Paz... no se que otras cosas más inventé…Sobre todo que había leído algunas de sus novelas. Le confesé que me hubiese gustado ser escritor.

Me miró, como escudriñando cada parte de mi rostro, vi reflejado en sus anteojos la inmensa fotografía de Chaplin colgada en el muro que había tras de mí.
“Solamente hazlo”- espetó.

Al poco rato charlábamos como grandes amigos, me pidió que no habláramos de literatura, de cualquier otra cosa menos de libros. “Hablemos de mujeres”, sugirió. Le dije que las mujeres son lo más maravilloso que hay sobre la tierra y él me dijo que solamente les falta la cola y los cuernos para ser el diablo. Rompió en risa ruidosamente.


Iba y venía de la mesa al sanitario como cualquiera de los clientes. “Dígame: ¿Usted no orina?”. Me dijo secándose la frente sudorosa.
-¡Claro!, Sólo que aún no tengo ganas.

Le dije que estaba enterado que durante su juventud había vivido en Puebla y que lo felicitaba por haber obtenido el máximo reconocimiento que se hace a un escritor.

Salimos del lugar y pasamos por una acera atestada de curiosos; en el pasillo de una vieja casona había decenas de meretrices sentadas en sillas tan desvencijadas como ellas mismas. Nos detuvimos un momento, en el añoso patio jugaban niños y una mujer preparaba alimentos. Entramos al lugar y observamos con detenimiento. Pensé que escenas como esas eran los ingredientes con que cocinaba sus novelas. Seguimos la marcha sin decir nada. Para mi fortuna- cavilé- estoy aprendiendo.

Llegamos a una taquería con toda el hambre del mundo, el Monstruo Sagrado actuaba con el más sorprendente y feroz apetito. Sus poderosos y ordenados dientes daban cuenta de las delicias culinarias de Puebla enlistadas en aquel interesante menú: Chiles en nogada, cemitas y tacos árabes, más poblanos que árabes, pero bueno... El dinero en mi bolsillo menguaba y sólo en ese momento reparé en que aquel monstruo era un tacaño.


Afuera llovía copiosamente, las lágrimas sucias de la noche corrían por las calles. El monstruo, visiblemente ebrio pidió un taxi, el cual tuve que pagar sin más remedio pues mi gran amigo no traía efectivo. Me di cuenta que había olvidado mi saco en el bar Candilejas, así que caminé esquivando el agua que subía por las aceras debido a la salpicada de los carros.

Cuando estuve en el bar, sentí deseos de ir al excusado. En el pasillo que conducía al mingitorio descubrí una galería de personajes. Vi el retrato de Gabriel García Márquez junto al de otros famosos; había de todo, políticos e incluso boxeadores.

“Son los dobles de gente famosa”. Me dijo con sarcasmo un cliente asiduo del establecimiento. “Vienen de vez en cuando pasar el rato, si tiene usted algún parecido con alguien puede traer su retrato. Por cierto usted guarda cierto parecido con Cirano, lo digo por lo de su nariz”.

Molesto conmigo mismo dirigí la mirada hacia una mesa donde dormitaban un par de borrachos. El Cantinero se apresuró a decir: “No lo puedo creer: el presidente de México y don Quijote de la Mancha acaban de ser vencidos por el sueño”.